Mis Trabajos



In albis




“Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad”

F. Nietszche



En mí hay tanta espera pintada con color de espuma 

El rumor seco de una tempestad 

El deseo encerrado en la botella 

En este desierto fantasma de arena y viento 
Algo se perdió en sus aguas secas 
Y el sol no logró quebrar el cristal azul 

Me he dormido sobre el horizonte 
Esperando el abrazo 
Las manos mágicas que me amparen 

No encontré la forma de atravesar 
El espacio ausente entre cada verso 
Algo siempre delinea al fracaso 
De armar una figura humana 
Que me desarme me asile permanezca 
Convierta lo estéril en abundancia de amor 
Sin miedos y sin olvido 

En qué lugar del corazón 
Se halla la máscara necesaria 
Que esconda el rostro y mi desierto 
Convierta en pájaro a mi deseo 
El instante en que la arena se abra 
Y alguien por fin me espere.





El ojo de la tormenta



 Y estoy aquí con la misma impotencia, sometida a este viaje. Nadie a quien reclamar.       
 O.Orozco



El mar es distinto los días de lluvia. El color se vuelve grisáceo y frio. Será por la bruma que por momentos opaca la luz del agua. Camino  descalza por el muelle de madera, toda mi piel entregada al roce de la humedad del océano.

    Es extraño mirar cómo oscurece el cielo. Sin dudas, habrá millones de círculos luminosos detrás de su aparente oscuridad. El horizonte se pierde y siento una llovizna helada. Es un mar de julio. Hay quietud  alrededor. Sólo el ruido de las olas que chocan contra los tablones del muelle. Las olas que llevan y traen, siempre algo distinto y a la vez lo mismo. Espuma blanca y caracolas. Secretos de las profundidades.

    El muelle tiene su historia carcomida por el mar. Perdió su identidad y su presencia. El agua ganó su espacio. El agua, la arena y los mejillones que  a miles se han ido adueñando de sus pilotes. Hay soledad y canto de gaviotas a lo lejos. Esperan al ojo de la tormenta mientras se deslizan en picada hacia el fondo de las aguas.

    Parada cerca del borde del mundo observo la inmensidad. Y la palabra muerte desaparece. Nada, entre mi mirada y yo, asume el concepto de finitud.  Ni siquiera cuando veo el paso, entre la bruma, de las dos barcas negras cargadas de flores.  Siguen lentamente su curso quizás, en dirección al sol. Más allá de mí.

    Es una mañana helada de julio. Mis pies fríos recorren cada aspereza de la madera. Mi vida también está porosa y húmeda. Penetrable. Estoy resignada a ir hacia el fondo de mi propio océano. Nadie que me espere en su lecho marino. Nada que nombrar porque el nombre borra la ausencia. Hay tanto silencio en el sonido interior de mi oleaje.

    Una espuma blanca me convierte en esponja. Sube desde mis pies y se desliza hacia mi boca. La sal recubre mi voz y me tapa los ojos. El océano me abraza. Me acunan sus aguas heladas. El mar sabe nombrar lo que falta. Una luz intensa quiebra al cielo y lo separa de la tierra. Dibuja una línea sobre el agua.

                   Se acerca el ojo de la tormenta. Y es el mar el que me confunde y cobija con su propia espuma.





Alejandra...







Me asomo a la ventana de un piso16. Siento el aire húmedo del mundo. Las luces, pequeños soles transparentes sobre la opacidad de esta noche. Y me pregunto qué se sentirá al caer. No en cómo rebota el cuerpo sobre el suelo. Pienso en el segundo antes. En pleno vuelo. Pienso en el alma cuando se libera, por fin, de la tremenda atadura del cuerpo. Eso de ser obligado a convivir en tres dimensiones. Una cárcel para la libertad. Me paro sobre el borde de la ventana. Y voy cayendo en la vacuidad oscura del mundo. Entonces, algo parte desde mí. Son retazos de telas muy livianas que planean en el aire espeso. Colores brillantes. Amarillos, anaranjados, violetas, azules...Azules.


Hábil arquitecto. No taladró la piedra y rescató la imagen escondida. Ni amasó mi silueta sobre la arena mojada de la playa. De su corazón no partió la música ni las letras se desorganizaron sobre el papel. El creó un silencio para mí. La llave de clausura. La muerte de todo deseo. El creó un silencio fuera de mí. El muro. Y dentro de mí" la pared que tiembla". Tiemblo yo dentro de ella. Pero él cerró las puertas de mi voz. Abrió mis ojos y robó mi mirada. Sólo veo ahora la triste humanidad del mundo. Lo salvaje y la crueldad. El instinto animal por encima de la pasión. Alejandra, mi Alejandra...Yo le entregué mi llave. Y ahora circula por mi jardín. Está tallando el silencio sobre la luz de mis ojos.

"Hablo de un poema que se acerca. Se va acercando mientras a mí me tienen lejos" (1)

Escribo. Nada pasa y está pasando todo. No veo a una mujer sentada frente al papel. Sólo unas manos finas y blancas. Ellas interpretan lo que sale sin explicación. La silueta desnuda de alguien apasionada pero ya dormida. Que se cansó de morir y volver a nacer. Una y otra vez. Ahora no estoy ni muerta ni viva. Me habita mi silencio. El silencio les pertenece a los vivos y a los muertos. A ambos, por igual. Las palabras se acercan, las manos las rescatan de un posible olvido. Aparecen dibujadas ante mí, pero yo estoy lejos. "Nada, absolutamente nada, vale una lágrima tuya". Tal vez por eso, me inundé de sombras.


Mis palabras también debieron salvarme ¿Almas? Las garras del desamor otra vez. Y estuvimos demasiado vivas... Alejandra, querida Alejandra...

"un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar" (2)


   (1) y (2) Textos de Alejandra Pizarnik





Neutrino

“ Creo  estar deshaciéndome de mi propia historia para convertirme en alguien ajeno a sí mismo”
M. Sánchez,  La ingratitud

Perdí el  ADN original
Debí haber sido
 Un ser de tiempos cortos
Hábil con los vuelos
Peregrina
Morir y transmutarme /

 Soy
Un alma errante
El libro eterno donde beben las almas
Recorren mis ojos
en mi mirada cruzan
El Leteo y el Eunoés
En su viaje hacia la luz

Soy la tumba
De una piel desconocida
Me nacieron soledades
Voces
Me nacieron letras

Y yo esperando
En la cocina
Con dos tazas de café







Partículas





Estoy solo y no hay nadie en el espejo"

Jorge L. Borges 






No es el olvido/ lo que duele 

es el silencio de muerte 

que lo recorre 

los pasos que / siempre lo anteceden 



¿Con qué ojos / miro a este mundo? 



qué sustancia peligrosa / me recorre 

por qué estoy / inundada de detalles 



de la pasión de un beso  

la sutil humedad del roce 



del inmenso abrazo 

sólo la calidez del cuerpo / contra mi cuerpo 



¿Con qué fibra tejí / mi vida? 

¿Cómo se transita / la inmensidad 

desde mi pequeñez? 



mientras mirás

toda la arena del desierto 

yo miro / la luz de una partícula 



¿ Por qué siempre estoy / en el límite 

de la palabra y / de las cosas? 



desde la grandiosidad / todo se olvida 

desde el detalle 



no se sobrevive.



Ojos azules


¿Cómo puedo agarrar la ilusión, empuñarla en la mano y soltártela en la cara como una paloma feliz?
Gioconda Belli


Me pediste que escribiera sobre el amor. Que recogiera tierra húmeda. Que lo imaginara y lo moldeara con mis manos. Para luego dejar que se secara en la suave tibieza de la noche. Entonces dibujé un pájaro. Lo rellené de ramas. Y de hojas verdes y rojas. Rojas. Me faltaban sus ojos y pensé en las  aguas profundas. Dos pequeños puntos que condensaran  un universo azul. Pequeño talismán dibujado a la medida de tu cuerpo y de tu mirada.

 Un pájaro llamado deseo. Una noche llamada miedo.


Me pediste que escribiera sobre el amor. Que no me muriera lentamente. Sabías que abrazabas desde tu cuerpo a una mujer casi etérea. El tiempo fue un tiempo de horas de alas blancas.
Y tu hombro, sin perfumes e infinito, donde lloré mis vuelos equivocados. Tu hombro que cargó toda mi lluvia de soledad y tierra. Palada tras palada. Hasta que lograron convertirte en piedra, inmóvil. Pero tenías huecos en tus brazos en los que anidaban mis muertes. Muertes de vidas a ciegas.

En tu hombro ,  mi miedo sin tiempo y sin medidas.

Me pediste que escribiera sobre el amor. Y cada frase que escribo libera tu mirada desde tus ojos azules. Se abre la gran Caja secreta. Entonces algo se ilumina y a  la vez me enceguece. Algo me abraza y también me separa. Tu círculo de fuego es también mi abismo. Mi miedo de amar y calcinarme, que el talismán caiga desde el cielo, en círculos de cenizas sobre el aire de la noche.




Bordes

Yo vi águilas y musgos, fui ese ladono sé qué viste tú desde tu queja, 
del espejo en que canta la serpiente. 
                                                                             Julio Cortazar                                   



Camino sobre el borde del mar 

el borde del mundo 
de los cielos claros del agua 

camino sobre tus ojos 
sobre tu mirada / de miel 
hacia el fondo de tu cuerpo 

buceo en tus entrañas 
nada arde / nada queda vivo 
hay plumas deshechas 

tu borde 

yo ví palomas no serpientes 
ahora me atrapan 
de este lado del espejo 

yo ví palomas /ahora 
soy yo la que estoy 
sin su vuelo 

soy yo / la que perdí 
sus alas 
sobre el papel.


Letras calendarias XI

Hoja otoñal ,11

Sobre la mano ha crecido la voz
Y en los párpados un cartel anuncia
Que el ojo se alquila para siempre   (Osvaldo Svanascini)

Anoche soñé que estaba desnuda y lloraba bajo la ducha. Mis manos se deslizaban lentamente sobre las cerámicas húmedas del baño. Helados marcos dibujados sobre el cemento. Mis manos descendían desde el techo en un alargamiento inusual de mis brazos. Entonces, de cada uno de mis dedos nacían pequeñas iguanas que se retorcían y caían resbalando sobre la humedad de la pared.
Es de noche. El amor baila frente al espejo. Se cubre de tules amarillos y naranjas. Las luces reflejan mi cuerpo de mujer con las manos atadas. "De mi boca emerge la lava del infierno".

Sólo hay silencio. Lagartos descendiendo sobre  la bruma.